La verbena
Se detuvo frente al espejo para dar una última mirada. Le
gustó lo que se reflejó en él. Era la
fiesta patronal del pueblo y habían anunciado a bombo y platillo la verbena de
esa noche. El grupo “Recuerdos”, tenía un repertorio de esas canciones, que después
de tocar la fama, se quedan ahí para siempre.
Ahora, a punto de
salir de casa estaba nervioso. Allí estaría ella. Hacía tiempo que la veía por
las calles del pueblo y esa noche tendría la ocasión de sacarla a bailar y
conocerla; seguro que en breve la
perdería de vista…los atardeceres de agosto corrían a toda velocidad y los
veraneantes pronto dejarían las calles
vacías.
Mientras subía la cuesta escuchó los primeros acordes, Apresuró el paso, debía encontrarla antes de
que alguien se le adelantara. La vio enseguida; rodeada de sus amigas reía despreocupadamente
.Sus pies danzaban quedamente como si
tuvieran vida propia, al son de la
música y de repente se paraban, en un intento vano de su dueña por controlarlos.
Le pareció preciosa más preciosa que nunca. El cabello recogido en la nuca, dejaba al
descubierto su esbelto cuello y la armonía de sus facciones. Su vestido blanco,
ajustado en el talle, resaltaba el moreno de su piel y su silueta, que lucía grácil, recortada en la tenue penumbra
de la noche. Se acercó y sus miradas se detuvieron, el uno en el otro. Un ligero
rubor acudió a las mejillas de Alice. También se había fijado en él cuando se
cruzaban por las calles o en la cafetería del pueblo…o cuando bajaban a la
playa. Le gustaba.
Cuando la sacó a bailar, todo se detuvo. Las notas románticas
se elevaban en la noche y allí pegados, se replegaban cada uno en el espacio del otro,
sin importarles nada más Se sucedían las
canciones que envolvían el aire en dulces promesas.
Tomaron copas, rieron, charlaron, compartieron con amigos. La
plaza lucía radiante; los farolillos de múltiples colores le daban un aire
festivo y se bamboleaban con la brisa de la madrugada. La música invadía cada
rincón. El punto final lo pusieron los fuegos artificiales. Después se perdieron
en la noche, camino de la playa…
Cuando la enfermera que le ayudaba a cuidarlo entro en la
pequeña biblioteca, Alice estaba apagando el equipo. Hacía rato que el CD del
grupo “Recuerdos” se había detenido. Después de escuchar la última canción, sus
miradas se detuvieron, el uno en el otro, como aquella lejana noche de la verbena.
Por un momento los ojos de Alex cobraron vida…Alice estás tan guapa como
aquella noche, le dijo…
La música había obrado el milagro y por un momento se abrió
una rendija en la telaraña que bloqueaba sus recuerdos; después, la densa bruma del
alzheimer envolvió su mirada de nuevo, que quedo fija en un punto inalcanzable de la
estancia…
No importa se dijo Alice…me basta con eso, todos los días nos
encontraremos en ese punto donde solo la música puede llevarnos.